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Museo de Arqueología de Alta Montaña
En Salta hemos visitado el Museo de Arqueología de Alta Montaña, que cuenta con 6 salas permanentes, 3 espacios temporales, las salas científicas, un auditorio y un café.
Un museo, de arquitectura moderna pero que conserva en su estructura distintos rasgos simbólicos de los incas. Un lugar muy interesante para visitar, con una entrada de precio muy accesible.
El volcán Llullaillaco preservaba en sus nevadas cumbres, a 6700 metros sobre el nivel del mar, tres niños incas, protagonistas de la capacocha, ceremonia en la que eran ofrendados para intermediar entre el pueblo y los dioses.
Al igual que otros santuarios andinos, siempre situados a 5.000 ó 6.000 metros de altura, el enterratorio de Llullaillaco había logrado escapar a la destrucción de las campañas conquistadoras.
En 1999, un grupo de científicos norteamericanos, argentinos y peruanos, encabezado por el investigador Dr. Johan Reinhard, realizó la expedición al volcán y descubrió el santuario.
Allí, el domingo 14 de marzo, encontraron, enterrados a un metro y medio bajo roca y tierra, el cuerpo del Niño y tres figurillas de llamas, dos de concha marina y una de plata y pocos días después, más al norte, el salteño Antonio Mercado y el peruano Ruddy Perea localizaron el cuerpo de una jovencita hoy conocida como La Doncella y el enterratorio de la Niña del Rayo, que fue descubierto dos días después por el peruano Orlando Jaen.
Los cuerpos permanecieron congelados después de ser colocados allí hace unos 500 años, y guardan la apariencia de estar recién enterrados.
Gracias a los estudios de ADN, se determinó la edad exacta de los niños: la doncella de 15 años, una niña de 6, que fue dañada por un rayo, y otro niño de 7 años.
Fueron ofrendados a 6.730 metros de altura, en la cumbre del legendario volcán Llullaillaco. Sus tumbas, las más altas en todo el Tawantinsuyu y posiblemente en el mundo, guardaron durante cinco siglos (500 años) los secretos de un importante ritual.
La Niña del Rayo
Esta niña tenía un poco más de seis años. Estaba sentada con las piernas flexionadas, las manos semiabiertas apoyadas sobre los muslos y su rostro en alto apuntando hacia el Oeste-Suroeste.
Luego de su entierro, en algún momento de los últimos siglos la elevada temperatura de una descarga eléctrica quemó parte de su rostro, cuello, hombros y brazos, como asimismo sus prendas y parte del ajuar que la acompañaba.
Lleva puesto un vestido o acsu de color marrón claro ajustado en la cintura por una faja multicolor. Sobre sus hombros la cubre un manto o lliclla de color marrón sostenida por un prendedor o tupu de plata colocado a la altura del pecho.
La cabeza y parte del cuerpo estaba cubierta por una gruesa manta de lana oscura, y todo el cuerpo estaba envuelto en otra manta de color claro con bordados rojos y amarillos en su perímetro.
Su cabello lacio está peinado con dos trenzas pequeñas que salen de la frente, y lleva como adorno una placa de metal. Sus ojos están cerrados y la boca semi abierta, pudiéndose observar la dentadura. Como sinónimo de belleza y jerarquía, su cráneo fue intencionalmente modificado, teniendo una forma cónica.
La Doncella
Esta joven mujer tenía unos quince años de edad. Estaba sentada con las piernas flexionadas y cruzadas, sus brazos apoyados sobre el vientre y su rostro mirando en dirección opuesta a la niña del rayo.
Tiene un vestido o acsu de color marrón claro ajustado en la cintura por una faja con dibujos geométricos que combinan colores claros y oscuros con los bordes rojos. Sobre sus hombros lleva un manto o lliclla de color gris con guardas rojas, sostenida por un prendedor o tupu de plata a la altura del tórax. En su pecho, cerca del hombro derecho, tiene un conjunto de adornos colgantes de hueso y metal.
Su largo cabello está peinado con pequeñas trenzas, como era costumbre en algunos poblados de los Andes. Los peinados y adornos en la cabeza servían para identificar a las personas cultural y geográficamente.
Su rostro fue pintado con un pigmento rojo, y arriba de la boca se observan pequeños fragmentos de hojas de coca.
Posiblemente esta joven haya sido una aclla o “virgen del Sol” educada en la “Casa de las Escogidas” o aclla huasi, un lugar privilegiado para las mujeres en el tiempo de los Incas.
El Niño
Tenía siete años de edad. Estaba sentado sobre una túnica gris con las piernas flexionadas y su rostro -en dirección al sol naciente- apoyado sobre las rodillas. Un manto de color marrón y rojo cubría su cabeza y mitad del cuerpo.
Como todos los hombres de la elite incaica llevaba cabello corto y un adorno de plumas blancas, sostenido por una honda de lana enrollada alrededor de la cabeza.
Está vestido con una prenda de color rojo; tiene en sus pies mocasines de cuero de color claro con apliques de lana marrón; posee tobilleras de piel de animal con pelaje blanco y en su muñeca derecha lleva puesto un brazalete de plata.
Sus puños están cerrados; el rostro no es visible y sus párpados están semi cerrados. Posee una ligera deformación del cráneo que sugiere su origen noble. Como parte de su ajuar se encontraban cuatro grupos de objetos en miniatura representando caravanas de llamas conducidas por hombres con finas vestimentas, representando esto una de las principales actividades masculinas. Las hondas eran usadas por los hombres con fines rituales; con ellas lanzaban piedras a las lagunas después de la estación seca para atraer a las lluvias.
Fuente: MAAM Museo de Arqueología de Alta Montaña
Texto y foto superior: Susana Espósito
Fecha de publicación 23/07/08
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