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    Se complica la repatriación de los restos de Borges

    Luego del fallecimiento de María Kodama, esposa de Jorge Luis Borges, los familiares del escritor iniciaron las gestiones para repatriar sus restos y que pueda descansar en el Cementerio de Recoleta, tal como había sido su deseo, pero ya adelantaron que no les resultará fácil.

    Sepulcro de BorgesA fines de 1985, Jorge Luis Borges decidió ir a vivir a Ginebra-Suiza y según María Kodama, su esposo quiso pasar sus últimos días en la ciudad suiza para evitar el circo mediático. Él tenía un cáncer irreversible de hígado y no quería que hicieran un espectáculo alrededor de su enfermedad.

    Borges murió el 14 de junio de 1986. Cuatro días después, el diario La Nación publicó una carta de lectores de Norah, la hermana menor: “Me he enterado por los diarios que mi hermano ha muerto en Ginebra, lejos de nosotros y de muchos de sus amigos, de una enfermedad terrible que no sabíamos que tuviera. Me extraña mucho que su última voluntad fuera ser enterrado ahí, ya que siempre quiso estar con los antepasados y con nuestra madre en Recoleta”.

    Kodama decidió sepultarlo en Ginebra y argumentó que fue decisión de Borges e incluso, en los últimos años intentaron convencerla para repatriar sus restos pero se negó rotundamente.

    La esposa de Borges falleció a los 86 años, el 26 de marzo de 2023 y por eso, los familiares del escritor retomaron las acciones para repatriar su cuerpo, pero parece que los abogados que fueron consultados por los seis sobrinos nietos, coinciden en que habrá que probar que el deseo de Borges era descansar en la Recoleta.

    Fuentes de la Cancillería Argentina indicaron que para comenzar los trámites de repatriación en un caso como este los interesados deberían contar con un dictamen judicial. Pero los sobrinos nietos hicieron saber que no acudirían a la Justicia.

    Mariana de la Torre conserva las cartas de su padre, Miguel de Torre, a las autoridades suizas tras la muerte de Borges; junto con hermanos y primos, quiere que los restos mortales de Borges descansen en la bóveda familiar.

    El doctor Julio César Rivera, especialista en arbitraje doméstico e internacional, conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y profesor de derecho civil, indica que el cementerio de Ginebra, “ante una falta de manifestación explícita y clara del fallecido o de su cónyuge o conviviente, lo más probable es que exija una sentencia judicial que autorice la exhumación y el traslado de los restos a la República Argentina”. Rivera destaca que uno de los primeros temas a dilucidar es la definición del tribunal competente. “Lo cierto es que la sucesión de Borges tramitó en la Argentina, en los tribunales civiles de la ciudad de Buenos Aires, y por eso se supone que su último domicilio propiamente dicho estuvo en esta ciudad; estos serían los tribunales competentes para entender en la acción que se promoviera para repatriar los restos”, explica el letrado.

    “De acuerdo con el artículo 61° del Código Civil, la disposición de los restos pertenece en primer lugar al propio sujeto y si este no lo hubiere hecho, a la cónyuge o conviviente -detalla Rivera-. Lo mismo establece casi expresamente el derecho suizo. En este caso parece no haber una manifestación de voluntad de Borges, pero sí de la señora Kodama. Si la parte que lo pretende consigue acreditar de algún modo que la voluntad de Borges era reposar en la Recoleta en la misma bóveda de sus ancestros, probablemente obtengan una sentencia favorable. De todos modos, esa sentencia va a tener que contar con el execuátur en Suiza. La ley de derecho internacional privado de ese país exige acreditar que el tribunal que dictó la sentencia sea competente; luego, examinará las demás condiciones de procedencia del execuátur como con cualquier otra sentencia extranjera”.

    El letrado lo resume así: “Es un camino largo y complejo, lleno de dificultades que, a lo mejor en el caso se allanan por la naturaleza del personaje del que se trata, su vinculación con la cultura argentina y el universal reconocimiento que tiene. Habría que profundizar en la posibilidad de que haya una resolución administrativa del Poder Ejecutivo en alguna de sus ramas, pidiendo al cementerio suizo que autorice la exhumación y la repatriación de los restos, como pasó con los del general José de San Martín, hace muchísimos años”. Desde su muerte en 1850 y antes del regreso de sus restos a Buenos Aires, el cuerpo embalsamado del Libertador descansó en una de las capillas de Notre-Dame de Boulogne y fue trasladado por decisión de sus hijos a Brunoy, en las afueras de París. Recién en 1880 regresó a la capital argentina, tal como había sido su voluntad expresada: “Desearía que mi corazón fuese depositado en Buenos Aires”.

    En una entrevista realizada al escritor, Adolfo Bioy Casares, contó que su amigo, Jorge Luis Borges le había confiado que quería descansar en la Recoleta.

    Asimismo, en su poema LA RECOLETA (Fervor de Buenos Aires – edición de 1969), expresa claramente su deseo:

    Convencidos de caducidad
    por tantas nobles certidumbres del polvo,
    nos demoramos y bajamos la voz
    entre las lentas filas de panteones,
    cuya retórica de sombra y de mármol
    promete o prefigura la deseable
    dignidad de haber muerto.

    Bellos son los sepulcros,
    el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
    la conjunción del mármol y de la flor
    y las plazuelas con frescura de patio
    y los muchos ayeres de la historia
    hoy detenida y única.

    Equivocamos esa paz con la muerte
    y creemos anhelar nuestro fin
    y anhelamos el sueño y la indiferencia.
    Vibrante en las espadas y en la pasión
    y dormida en la hiedra,
    sólo la vida existe.

    El espacio y el tiempo son formas suyas,
    son instrumentos mágicos del alma,
    y cuando ésta se apague,
    se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
    como al cesar la luz
    caduca el simulacro de los espejos
    que ya la tarde fue apagando.

    Sombra benigna de los árboles,
    viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
    alma que se dispersa en otras almas,
    fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
    milagro incomprensible,
    aunque su imaginaria repetición
    infame con horror nuestros días.

    Estas cosas pensé en la Recoleta,
    en el lugar de mi ceniza.

    Sin embargo, Jorge Luis Borges no especificó en su testamento el lugar donde quería ser enterrado, pero en una carta escrita a máquina enviada a la agencia española EFE dos meses antes de morir había manifestado su deseo de quedarse en Suiza.

    Ahora solo queda esperar y ver si seguirá descansando en Ginebra o finalmente será Recoleta, su última morada.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: Martes 23/01/24 - (Cantidad de caracteres: 6465)




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