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    Día del Caballo

    El jueves 20 de septiembre es el Día del Caballo, en recuerdo de la llegada de Aimé Félix Tschiffely a Nueva York, en una travesía que duró más de tres años y que tuvo de protagonistas a dos nobles e inolvidables equinos, Gato y Mancha.

    Estos fueron Caballos Criollos argentinos que marcharon desde Buenos Aires, Argentina a Nueva York, Estados Unidos, guiados por el suizo Aimé Félix Tschiffely.

    Gato y ManchaPartiendo del local de la Sociedad Rural Argentina en Buenos Aires, el 24 de abril de 1925 se inició una de las travesías más famosas del siglo. Mancha y Gato, guiados por el profesor suizo, Aimé F. Tschiffely, recorrieron más de 21 mil km desde la ciudad de Buenos Aires hasta Nueva York, conquistando el récord mundial de distancia y también el de altura, al alcanzar 5.900 msnm en el paso El Cóndor, entre Potosí y Chaliapata (Bolivia). El viaje se desarrolló en 504 etapas con un promedio de 46,2 km por día.

    Tschiffely estaba convencido de la fortaleza de los rústicos caballos criollos. Tomó contacto con Emilio Solanet, criador y propulsor del reconocimiento de la raza, y uno de los fundadores de la Asociación de Criadores de Caballos Criollos de Argentina. Este le regaló los dos caballos.

    Más de tres años después de haber salido de Buenos Aires, Tschiffely arribó a Nueva York el 20 de septiembre de 1928, 3 años, 4 meses y 6 días luego de su partida. Mancha y Gato llegaron de regreso a Buenos Aires el 20 de diciembre de 1928.

    En conmemoración de la fecha en que Mancha y Gato entraron en la ciudad de Nueva York, el Honorable Senado de la Nación Argentina y la Cámara de Diputados, han designado el día 20 septiembre de cada año como el "Día Nacional del Caballo".

    Ambos caballos se encuentran embalsamados, en exposición, en el Museo de Transportes del Complejo Museográfico Provincial "Enrique Udaondo" de la Ciudad de Luján.

    Es interesante conocer la historia de los primeros caballos en nuestro país:

    Cuando Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires, el 3 de febrero de 1936, traía con él y su tripulación 100 caballos y algunas vacas. Como se sabe, ese fue simplemente un asentamiento que no prosperó, por hostilidades con los aborígenes y ante la falta de alimentos, regresaron a España.

    Años después, Juan de Garay fundó Buenos Aires, el 11 de junio de 1580 y aquellos caballos y vacas que habían quedado en nuestro territorio se reprodujeron en cantidades. Los caballos fueron domesticados por los aborígenes y posteriormente, los equinos fueron fieles compañeros de los gauchos.

    Bellos, inteligentes y fieles, hubo caballos que han sido parte de la historia, en distintos países del mundo y algunos se hicieron muy famosos, entre ellos: Babieca (una yegua que fue del Cid Campeador), Rocinante (el de Don Quijote de la Mancha), Pegaso (el de Zeus), el Caballo de Troya. Asimismo, otros caballos se hicieron famosos en televisión, por ejemplo Tornado, el caballo de la serie El Zorro.

    Ya sea por lo que han hecho, por quién era su jinete, en qué películas aparecieron, o qué héroe o personaje histórico los ha montado, es interesante recordarlos con una breve reseña.

    El Caballo de Troya, fue creado para una estrategia. Lo construyeron los griegos para poder traspasar las murallas de Troya, y para ello le grabaron en el lomo tal frase: “Con la agradecida esperanza de un retorno seguro a sus casas después de una ausencia de nueve años (lo que duró la guerra), los griegos dedican esta ofrenda a Atenea”. Una muestra de rendición convincente, ofreciéndosela en honor a una de las Diosas, ya que los troyanos eran muy creyentes.

    Ese caballo realizado en madera, llevaba en su interior a los griegos y de esa manera consiguieron abrir las puertas de la ciudad, y acabar con ella. Sin duda una jugada muy inteligente que ha quedado grabada en el subconsciente colectivo como ejemplo de astucia y estrategia.

    Babieca fue el legendario caballo que las fuentes literarias, a partir del Cantar de mío Cid (escrito hacia 1200), y la tradición posterior, atribuyen al noble castellano Rodrigo Díaz conocido como El Cid Campeador, quien llegó a dominar prácticamente todo el oriente de la península ibérica a finales del siglo XI.

    Un día el padrino del Cid llevó a su ahijado a las caballerizas del monasterio en donde vivían. Allí le dio a elegir el caballo que quisiese. El Cid escogió el caballo más feo de todos y el que tenía las peores características, sobre todo para ser en un futuro el caballo de un gran conquistador. Por lo que al señalarle, su padrino exclamó “ese es un Babieca”.

    Sin embargo este caballo acabaría haciendo justicia a la elección del gran Cid Campeador: se convirtió en todo un corcel, con el que ganó innumerables batallas. Se dice que Babieca murió a los 40 años de edad. Con esto entendemos que no siempre hay que fijarse en las apariencias, y que no viene mal dejarse llevar de vez en cuando por el instinto.

    Rocinante, fue el caballo del famoso Hidalgo Don Quijote. En aquella época los hidalgos ponían a sus caballos nombres feroces e intimidantes. Y nuestro conocido Caballero de la Triste Figura no podía ser menos. Tras mucho pensar el nombre de su caballo al fin consiguió topar con el que mejor le sonaba: ¡Rocinante!

    El nombre deriva de las palabras “rocín”, que en aquel entonces se refería a los caballos dedicados a trabajos en el campo; y “antes”, como pseudónimo del primer rocín: “Antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo” reza el libro de Cervantes.

    Este caballo tuvo que pasar todo tipo de calamidades junto a su dueño. Sin embargo, reflejaba muy bien la lealtad de estos animales a sus jinetes.

    Pegaso fue el Caballo de Zeus, un hermoso ejemplar que tenía alas y un fantástico pelaje blanco. Fue el primero y único caballo en estar entre los dioses. Pegaso del mismísimo Zeus, nació de la sangre derramada por Medusa (al cortarle la cabeza Perseo). Otra de sus peculiaridades es que al volar movía sus patas, haciendo parecer que recorría a trote el firmamento.

    En la mitología fue Belerofonte quien logró domarlo y quien, subido a sus lomos, logró vencer a la temible Quimera. Si bien su exceso de ambición tras esta victoria le llevó a obligar a Pegaso a llevarle al Olimpo para convertirse en Dios. Zeus, airado con esa conducta, castigaría a Belerofonte a una vida lisiado.

    Se dice que Pegaso luchó en diversas batallas y tomó un gran papel en la mitología griega.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: Jueves 20/09/18 - (Cantidad de caracteres: 6363)




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