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    Los vitrales de la ciudad

    Los porteños vivimos tan acelerados, que en general, miramos sin ver y nos perdemos algunas maravillas que tiene nuestra ciudad, entre ellas, los vitrales, que con sus magníficos coloridos son un placer que ingresa por los ojos y nos llega al alma.

    Tanto en las iglesias, como palacetes, confiterías y otros lugares, podemos encontrarlos embelleciéndolos, dándoles gran colorido y en otros tiempos, cuando el grado de analfabetismo era alto, mostraban mediante imágenes, lo que algunas personas no podían leer. Suele decirse que una imagen puede más que mil palabras y algo de cierto hay.

    Increíblemente, en el cementerio de Recoleta, está la mayor colección de vitrales de nuestro país, embelleciendo muchas de las bóvedas. Hay aproximadamente 2.400, de diferentes colores y variadas imágenes.

    El vitral es un mosaico de vidrios de color, dispuestos de manera tal, que soldados entre sí, por segmentos de plomo en forma de "H", son capaces de sujetar sólidamente los fragmentos de vidrio componiendo un dibujo.

    Hasta el siglo XV los vitrales constituyeron el orgullo de todos los edificios religiosos europeos. Aunque los hechos históricos prueban que la técnica del vitral era sobre todo patrimonio de los vidrieros franceses y alemanes, en Italia fueron célebres pintores los que se interesaron por esa actividad.

    En los primeros tiempos se supone que los operarios encargados de la fabricación de los vitrales preparaban ellos mismos el vidrio, en los lugares donde debían ser colocadas las obras. Generalmente eran artesanos que no tenían taller propio, debiendo ante todo construir un horno de leña rudimentario, pues para fijar el color de manera indeleble es necesario someter el vidrio a cocción.

    Los vitrales más antiguos que se conservan datan del siglo XI, los vidrios estaban montados sobre bastidores de madera, bronce o de piedra y se utilizaron para adornar las ventanas de las primeras basílicas cristianas del siglo VII.

    En las iglesias eran utilizados a fin de hacer comprender las sagradas escrituras, a través de imágenes, a aquellos que no sabían leer, y en las edificaciones privadas tenían simplemente una función ornamental.

    En la esquina de avenida Corrientes y Florida, en el solar que le había sido asignado por Juan de Garay a Ana Díaz, la única mujer que venía en su tripulación, existe desde hace años, una especie de palacete que ocupa Burger King. Al ser un lugar de comidas rápidas, tal vez así de rápido pasan sus clientes sin detenerse a observar los hermosos vitrales que tiene en el primer piso. Vale la pena, aunque no vayan a consumir, subir y apreciarlos.

    También podemos citar los de la Confitería Las Violetas en Avenida Rivadavia y Medrano, en el barrio de Almagro.

    Ni hablar de las Iglesias, que merecen un capítulo aparte y es difícil elegir una de ellas, pero entre las mismas, podemos mencionar los vitrales del Sagrado Corazón, en el barrio de Barracas, que posee un rosetón precioso; Santa Felicitas, en el mismo barrio; San Agustín, en Recoleta; Nuestra Sra. de las Victorias, en la calle Paraguay 1204, en Retiro y un largo listado de templos en los que sus vitrales son un regalo para los ojos.

    Todo es cuestión de salir a descubrirlos.


    Susana Espósito - Noticia publicada el: Miércoles 11/05/16 - (Cantidad de caracteres: 3204)




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